Lampreas en Pesbami
¿Cómo es la lamprea?
La lamprea es un pez de origen muy primitivo, sin mandíbula y muy resbaladizo. Aunque es un pez que no tiene escamas ni espinas, solamente un cartílago que la recorre de punta a punta dándole la rigidez necesaria para nadar.
Podríais relacionarla con la anguila, pero no, no tiene absolutamente nada que ver, ni siquiera son de la misma familia.
La lamprea se puede encontrar en muy pocos lugares, además de en Galicia (fundamentalmente en el curso bajo del río Miño y en el Ulla) en algunas zonas de Asturias y Francia.
La lamprea nace en el río y cuando adquiere un tamaño de unos 20 cm (de 4 a 6 años) se desplaza hasta el mar, donde vivirá a grandes profundidades hasta convertirse en adulta. Entonces volverá a desovar al río y es en ese momento cuando se pesca.
Como tantos y tantos gallegos, tras miles de años de emigración, la lamprea siempre regresa a las aguas dulces que la vieron nacer.
Gastronomía de la lamprea, Pesbami
El lugar por excelencia de la lamprea es, sin duda, Arbo, un pequeño pueblo del sur de la provincia de Pontevedra, a orillas del río Miño, que se autodefine como “Meca da Lamprea“. En Arbo se vive la lamprea de niños a abuelos y es la especialidad en todos los bares y de todas las casas.
Hay muchas maneras de cocinar la lamprea: guisada, rellena, a la brasa, en cocido, en empanada… pero sin duda la más tradicional es a la bordalesa, cuya característica principal es que se hace en su propia sangre.
Fue el gran Álvaro Cunqueiro el primero en ensalzar la grandeza de la lamprea en los tiempos modernos llegando a decir, basándose en datos históricos, que la empanada que comen en una de las imágenes del Pórtico da Gloria de la Catedral de Santiago es precisamente de lamprea, y es que en aquella época no había patatas ni arroces con los que guisarla, con lo que aseguraba que lo más probable es que la empanada de lamprea fuese la forma más típica de cocinarla.
Historia de la lamprea, Pesbami
Ya en la antigua Roma la lamprea era considerada un auténtico manjar, los romanos se las llevaban del Miño.
Decía Plinio ‘el Viejo’, un escritor, científico, naturalista y militar latino en el Siglo I: “Cayo Hirio prestó de su piscina, solamente para las cenas triunfales del César, seis mil lampreas, que no quiso vender ni cambiar por ninguna otra mercancía”.
Es, sin embargo, en la Edad Media donde la lamprea alcanza su mayor esplendor al ser permitido su consumo en épocas de vigilia debido a que era un pez, por mucho que su textura se pareciese más a la carne de un animal.
Según Gregorio Morán en la Vanguardia, la lamprea permitió sortear un conflicto teológico sobre si se podía comer en días en que no se podía tomar carne, ya que tenía “la ventaja, de ser un pez y al tiempo poseer la suculenta carne de un animal.»
En todo el ámbito de la cristiandad se comían lampreas. No se sabe si también en el Danubio, pero conviene no olvidar que el primer trabajo científico de Sigmund Freud, en Viena y en 1877, trató sobre la larva de la lamprea.
Están historiadas en la dieta desbordante del emperador Carlos V, que era un gran devorador de lampreas. Tiene pedigrí literario desde los romanos hasta Alejandro Dumas, que en “El conde de Montecristo” habla de las lampreas del lago Fusaro.
Pesca de la lamprea, Pesbami
La pesca de la lamprea se realiza a lo largo de todo el tramo final de la desembocadura del Miño, desde A Guarda hasta el embalse de Frieira, ya en Ourense.
Sin embargo son las lampreas de Arbo las consideradas como las mejores debido a que el animal se tiene que pelear mucho más con la corriente del río, con lo que su carne es más compacta y dura.
Las lampreas se pescan de un modo único y muy curioso en las llamadas pesqueiras (o pescos), construcciones únicas, muchas de ellas de época romana (S. V a.c.), formadas por muros de piedras encajadas entre sí sin ningún tipo de masa que las una.
Las pesqueiras son una especie de muros (poios) oblicuos al curso del río entre los cuales se colocan los «butrons», artefacto semejante a las nasas, donde la lamprea entra al remontar el río por la orilla y ya nunca sale.
Las pesqueiras no pertenecen a alguien concreto, sino que distintas familias tienen el derecho a pescar determinados días de la temporada, y este derecho se transmite de padres a hijos desde la propia Edad Media.
Puede pescarlas uno mismo, pero lo habitual es que lo hagan los pescadores profesionales y se establezca con ellos un acuerdo de reparto según piezas capturadas, normalmente al 50%.
Los embalses y la contaminación ponen en peligro el futuro de la lamprea. La pesca deportiva está, obviamente, prohibida, y su temporada se limita a 3 meses, de finales de enero a mediados de abril.
Los años lluviosos suelen ser años de grandes capturas debido a que la mayor cantidad de agua dulce atrae a las lampreas al río.